Final del capítulo 4
Phil
Estaba en la cocina, sentado frente a la mesa. Watson me miraba…me miraba como si fuera un…indescriptible. Y no le quito razón. El plato del desayuno estaba lleno de algas. ¡Algas marinas! ¡Había ido al puerto solo a por algas marinas! ¡Y además me las estaba comiendo! Las tenía en mi boca, estaba masticándolas y lo peor: me gustaban. Watson como de costumbre estaba delante de mi plato, subido en la mesa y mirándome con su cara torcida hacia la derecha como si fuera un bicho raro. Con una diferencia, esta vez yo también lo creía.
Cuando ya no quedaban más algas en el plato finalmente termine de ‘’desayunar’’, y volví a mi habitación. Al llegar a la puerta deje a Watson fuera y al rato salí vestido para ir al puerto de nuevo.
El día era soleado, los pájaros cantaban, la gente paseaba y Watson cazaba libélulas para variar. Los pescadores estaban descargando ya las mercancías, me gustaba el olor, y a lo lejos se podían ver barcos veleros.
Mientras observaba todo esto seguí caminando por el muelle de madera, un paso, otro paso, y llegué por fin a la parte más alejada del muelle. Todos los barcos y la gente se veían a lo lejos. En este lugar lo único que se oía era el mar, las gaviotas, la respiración…
En el extremo del muelle, éste se dividía en dos, una parte continuaba hacia delante y la otra giraba hacia la derecha, el cual acababa sobre un puñado de rocas donde las olas chocaban. Cogí ese camino. Cuando llegue a esta parte del muelle, me quité las zapatillas, me remangué los brazos y pantalones, y me senté. Watson vino a mi lado a pequeños pasitos, saltó a mi regazo y se tumbó.
Una pequeña brisa comenzó a soplar. Era perfecto
Se podría decir que pasamos allí horas y horas, hasta que un delfín recién nacido asomo su cabeza fuera del agua para romper el equilibrio silbando, literalmente silbando.
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